La mañana que Bobby Fischer abordó un barco de guerra

Por Miguel Ángel Sánchez

Nota publicada en nuestra página amiga, La vida es una partida de ajedrez, el 13 de marzo de 2021. En https://www.lavidaesunapartidadeajedrez.com/2021/03/13/la-manana-que-bobby-fischer-abordo-un-barco-de-guerra/.

Hasta ese día, el sábado 25 de febrero de 1956, Bobby Fischer jamás había viajado al extranjero, cuando tras un viaje de tres cuatro días en un congestionado automóvil ‘pisicorre”, según la jerga cubana, cruzó la talanquera del barco “City of Washington’ y se dispuso a cruzar las aguas del Estrecho de la Florida con destino a La Habana.

Sus compañeros de viaje eran un grupo de ajedrecistas bohemios de los estados norteños de Nueva York y Nueva Jersey. Su mamá, la hermosa, controversial e inteligente Regina Fischer también formaba parte de la cofradía rodante, como protección a su hijo en medio de tales personajes.

El creador del maratónico recorrido, Forry Laucks, era un hombre singular en muchos aspectos, también muy polémico, al que se le achacaban simpatías nazistas, aunque si eran ciertas las echó a un lado al invitar al viaje a Fischer, un muchacho de doce años de edad, que mostraba entonces talento por el ajedrez, pero no había conseguido nada muy especial, pero cuyos dos padres eran judíos. Su apellido Fischer no se correspondía al del padre real, Nemenyi, un judío húngaro muy talentoso en matemáticas aplicadas.

Laucks preparó en el sótano de su casa un club de ajedrez, y lo llamó”Log Cabin Chess Club”, esto es el ‘Club de Ajedrez de los troncos de madera”. Y en poco tiempo esos “cabañeros” se convirtieron en el club de ajedrez más viajero de Estados Unidos.

La ciudad de La Habana se incorporó al recorrido cuando Laucks conoció en el Marshall Chess Club de Nueva York nada menos que al propio vástago de Capablanca, el joven abogado que se llamaba igual que su padre, José Raúl y era como su progenitor un amante del juego ciencia, aunque claro su talento en el ajedrez no estaba a la altura del de su padre, pues tal vez nunca en la historia del juego nadie haya tenido ese talento nato.

Con Capa hijo, al que sus amigos llamaban “Capita”, Laucks logró en Nueva York el entendimiento de viajar a La Habana como parte de la excursión de los “cabañeros” y la idea del viaje emocionó desde el primer instante a los otros miembros de la travesía.

Hasta entonces Fischer nunca había puesto un pie fuera de Estados Unidos; tampoco había enfrentado a un maestro de ajedrez en una partida formal y sus escasas experiencias como simultaneísta se limitaban una exhibición contra niños de su edad, de manera que el viaje a la capital cubana sería para él un gran abrepuerta y también inauguraría muchos capítulos en una carrera que recién comenzaba.

Además de Laucks y de su propia madre, otro expedicionario era también un hombre de armas tomar, el mañoso William Whitaker, un persona tal que ni siquiera el legendario bandido Al Capone quiso asociarse a él en una aventura huelguística en la célebre prisión californiana de Alcatraz, en donde Whitaker cumplía condena de cárcel por varios delitos de extorsión y robo de automóviles.

Fischer era joven, pero ya desde entonces tenía una psicología y compartamiento complicado, pues sus compañeros de viaje, exasperados por sus caprichos le había puesto el sobrenombre de ‘el monstruo’.

El barco que Fischer y sus acompañantes abordaron en Key West  que los llevaría a Cuba era un transbordador de soldados construido en Estados Unidos para la marina de guerra británica. Tras el conflicto bélico fue vendido a una empresa comercial náutica y renombrado “City of Havana”.

Con ese nombre el transbordador (o ferry, en inglés) fue designado para la importante ruta desde la pequeña isla de Key West, (también conocida como ‘Cayo Hueso’, tal vez por la cercanía fonética en ambos idiomas: uest ´´ hueso, una de las principales entonces en el Mar Caribe, pues tras un viaje a apenas seis horas comunicaba a Estados Unidos con un importante vecino comercial, que además era uno de los principales destinos turísticos de entonces en el área.

En La Habana esperaron al “City of Havana” la tarde del 25 de febrero los principales directores del  ajedrez en Cuba, tal como el fuerte maestro Juan González, un hombre que tenía en sus haberes haber ganado un campeonato nacional de partidas rápidas en Estados Unidos, así como Ramón Bravo, un exitoso dueño de una tienda de fotografías ubicada en uno de los lugares más codiciado en aquella época en La Habana, la famosa esquina de “Cuatro Caminos”.

Bravo, que tenía una espaciosa casa en los altos de su tienda y laboratorio de fotografía, invitó a Regina y a su hijo Fischer a que fueran sus huéspedes en La Habana. Y fue allí, en esa casa, donde Fischer salió, además de ganar su primera partida formal a un maestro de ajedrez y realizar su primera exhibición de simultáneas con participación de adultos, a jugar su primer juego de pelota en el extranjero, cuando en la mañana del domingo 26 de febrero, tomó parte en un partido en que jugaron otros niños de la barriada en la amplia esplanada que existe frente al inmenso mercado agrícola del lugar, también llamado “Cuatro Caminos”.

Bobby Fischer jugando contra José Florido

Ese de 1956 fue el primero de los dos viajes de Fischer a Cuba, sin lugar a duda el más memorable para él, pues muchas cosas ocurrieron por primera vez en su vida, tal como su victoria sobre el maestro cubano José R. Florido, su primera sobre un maestro, aunque luego, en el viaje de regreso, perdió su única partida del viaje contra otro cubano, uno al que llamaban “el campeón de ajedrez de Tampa, Néstor Hernández.

Planilla de una de las partidas entre Fischer y Florido

Fischer y sus acompañantes se despidieron de La Habana en la mañana del lunes 27 de febrero, cuando el City of Havana levó anclas, cruzó frente al legendario Castillo del Moro y puso proa a la isla de Key West,  a unos 120 kilómetros de La Habana. Una experiencia memorable para el joven Bobby, Pocos días después cumpliría 13 años de edad, el 9 de marzo de 1956.

La Habana no olvida a Bobby Fischer, por Miguel Ángel Sánchez
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* Miguel A. Sánchez es un periodista e historiador cubano, autor de los libros “Capablanca, leyenda y realidad” y «Bobby Fischer en Cuba», publicados en español, inglés y portugués.

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