El poeta Arrigo Boito y su cuento «El alfil negro»

Por Sergio Negri

El poeta italiano Arrigo Boito, nacido en Padua el 24 de febrero de 1842 y fallecido en Milán el 10 de junio de 1918, trascenderá especialmente al haber sido el autor, en letra y música, de la célebre ópera Mefistófeles, de los libretos de varios trabajos del género de Giuseppe Verdi (1813-1901), como Otello y Falstaff (también revisó el de Simón Boccanegra) y, asimismo, por ser el creador, junto a Verdi, de la letra del himno de las naciones, en el que se incorporan los respectivos himnos de Italia, Francia e Inglaterra (Il Canto degli ItalianiLa Marsellesa y God Save the Queen, respectivamente).

El autor reparará en el ajedrez en su cuento corto, publicado en una revista de 1867, titulado L´alfier nero (El alfil negro), donde relata una partida jugada a muerte entre un negro, llamado Tom, y un blanco, de nombre Giorgio Anderssen, lo que sucede en un spa ubicado en la ciudad de Ginebra.

En ese contexto cada contendiente llevaba en su ropaje el color que le correspondía a su propia piel.  Por ende, uno estaba todo vestido de blanco, correspondiendo a una persona de rasgos americanos, sumamente inteligente. El otro, que remitía al estilo etíope, quien estaba caracterizado por la astucia y la tenacidad, lucía ropas correspondientes al color (al menos en occidente) del luto. Ambos mudos, inmóviles, combatiendo con los respectivos pensamientos, parecían dos extraños casi solemnes, casi fatales…

Ese nombre de Tom con el que fue bautizado, evidentemente es una alusión y un homenaje a La cabaña del tío Tom de Harriet Beecher Stowe (1811-1896), libro que se publicó en 1852, referido a la discriminación racial, el que ya tenía quince años de existencia a la hora de aparecer este otro trabajo del autor italiano. El Tom de Boito, como el otro, estaba caracterizado por su amabilidad y magnanimidad.

A pesar de estos trazos antitéticos que, vistos a la distancia, asoman como excesivamente gruesos, Boito con esta narración en rigor quiso transmitir un mensaje de que las luchas entre blancos y negros debían acabar y, al hacerlo, se valió del juego de ajedrez en el cual, por definición, al menos en su forma moderna, ejércitos de esos dos colores disputan una batalla eterna.

Los prejuicios en ese balneario suizo estaban a la orden del día. Unos que no lo conocían al negro,  lo consideraban como la encarnación de Satanás, otros lo veían como un orangután y no faltaba quien lo creía un asesino. Pero el que sí lo conocía, el que sabía vencer los prejuicios y preconceptos, sabía que era el hombre más gentil de la Tierra.

Tom había llegado a Europa siendo niño desde Jamaica, más precisamente de la ciudad de Morant Bay, esa que fue famosa por una rebelión por las injusticias, pobreza y varios asesinatos del régimen británico, producida en 1865, es decir dos años antes de la publicación del libro de Boito. Era producto de la trata de esclavos recalando, para su ventura, pago de dos mil dólares mediante, bajo los auspicios de un lord inglés, sin familia, que lo convirtió en su heredero (tras hacer el escalafón que lo condujo de doméstico, secretario y amigo), tras cinco años de convivencia en la que el patrón comprobó la honestidad y la inteligencia del entenado.

En diálogos del lugar, al remitir a aquellos episodios de la represión británica contra los esclavos jamaiquinos, se plantea que la lucha entre razas jamás sería finiquitada. Y ello porque Dios fue quien separó al pueblo de Cam del de Iafet [1] y quien dividió los colores del día y de la noche.

En la sala, cuando un millonario blanco, que para más había sido un respetado ajedrecista, advierte la presencia del negro, tras entablar un cauto y breve diálogo, le propone alguna otra actividad a compartir. Primero, sugiere una partida de billar, la que no es aceptada ya que el otro no sabía jugarlo. Entonces, lo invita a jugar al ajedrez. Y ahora sí el negro aceptaría el desafío.

Cuando toman el juego, de piezas finísimas, de marfil y ébano, Giorgio Anderssen (apellido ajedrecístico si los hay), hace un movimiento tras el cual se rompe un alfil negro. Al proceder a arreglarlo uniendo las partes en las que se había dividido el trebejo, exclamó, del todo inconvenientemente: “Si se pudiese arreglar así la cabeza de los hombres” (¿se refería solo a los hombres negros?, así lo parece). El desafío estaba del todo planteado. La broma, que en ese contexto no era tal, fue respondida sarcásticamente por Tom («Hoy mismo eso necesitarían muchos monjes«).

A partir de ese momento se dispararon las distintas emociones de los jugadores, que quedarían enfrentados en un campo que excedía al de sus respectivas personas, asumiendo posturas ideológicas y causas antitéticas. Anderssen, que era uno de los mejores jugadores de su país, creyéndose superior (¿solo en ajedrez?), le ofreció una torre o un caballo de ventaja a su rival. Este por supuesto rehusó la ofrenda (¿la afrenta?). Y la partida comenzó con el blanco de blancas y con el negro de negras.

Las estrategias eran tan opuestas como las actitudes y la apariencia. Giorgio miraba a su rival mientras que este sólo reparaba en el tablero. El americano jugaba con una marcha triunfal y simétrica (podría decirse que  geométrica); lo suyo era la ciencia. A Tom lo caracterizaba la inspiración. Es que tenía un enfoque desordenado, confuso, desequilibrado, pero igualmente lograba formar una masa pura y amenazante. Su juego parecía una catapulta contra el muro del fuerte;.

El blanco avanzaba y, a medida que lo hacía, el proyectil del negro podía ser más certero en dar en el blanco. En ese juego de Tom la pieza clave resultó ser ese mismo alfil negro que el americano había antes mancillado al producirle una rotura.

El blanco disputaba la batalla de Waterloo. El negro la Revolución de Santo Domingo[3].  La partida, tras el enroque de aquel, se intensificó, piezas de un bando y del otro caían, la ley del Talión estaba vigente. Avanzado el juego, el blanco conservaba dos caballos, una torre y un alfil. El negro solo tenía su alfil predilecto y dos peones. Ese trebejo lo estaba hipnotizando al propio Tom. Parecía tener vida propia. Y la tenía.

En su alucinación, cuando el avance de la partida daba espacio a la oscuridad más absoluta (ya era medianoche y solo una candela alumbraba a los jugadores), Tom veía una cabeza herida. Y sangre. La suya, como moribundo que se debatía entre la vida y la muerte. En el descuido de Giorgio un peón de su rival coronaría, adquiriendo forma de alfil (y no la habitual y generalmente más conveniente de reina). Milagrosamente, se llegó al jaque mate contra el rey blanco.

Anderssen no lo soportaría. Se venga del alfil negro, y de todo lo que representaba ese color, disparando sobre el cuerpo de Tom, a quien mata. Un esclavo no podía vencer a un blanco. Pero, a pesar de todo, ese trebejo, como fiel representante de su raza, fue en realidad el que resultó victorioso. Ese alfil, como Tom diría en sus últimas palabras alucinadas y frente al destino fatal, no era otro que Gall-Ruck, el propio hermano de Tom, que había encabezado aquella revuelta antiesclavista en Jamaica y que, ahora, si bien había sido partido en dos por el blanco antes de embarcarse en el juego, tras recuperar existencia a partir de aquella coronación terminaría por asestar el golpe definitivo, el jaque mate, a su rival.

Anderssen sobrevivirá a Tom mas, en las futuras partidas que disputaría, no podría evitar que siempre se le apareciera su imagen en calidad de alfil negro y de fantasma. Y, además de terminar por perder la razón (justo él que supuestamente representaba los valores del positivismo y a la ciencia), ya nunca más podría ganar partida alguna, al haber sido derrotado aquella vez por la esencia del hombre y por los valores de la propia existencia, esos que no tienen color alguno. 


Notas:
[1] Ambos eran hijos de Noé, el segundo y el tercero tras la llegada de Sem. Tras el diluvio universal, surgió una nueva Humanidad y, según la tradición hebrea, los descendientes de Iafet (Yafet) son los griegos y el resto de los europeos; mientras que de Cam derivaron los egipcios y el pueblo de Canaán (en territorios que hoy corresponde a Israel, Palestina, Jordania, Siria y Líbano). A Sem y a Cam la Biblia cristina los sindica como protectores del pueblo asirio-babilónico y los del África subsahariana. Siguiendo la nomenclatura ajedrecística, podría decirse que a Iafet le correspondían las piezas blancas, mientras que a Cam las negras. 
[2] Se refiere al movimiento que es más conocido como “Revolución haitiana”, hecho que aconteció entre los años 1791 y 1804 que implicó no solo la proclamación de la República de Haití (independizada de la colonia francesa de Santo Domingo: Saint-Domingue), sino también el fin de la esclavitud. Fue el primer movimiento libertario en el continente americano. 
El texto del cuento, en idioma italiano, se halla en el siguiente enlace: https://www.liberliber.it/mediateca/libri/b/boito_a/l_alfier_nero/pdf/boito_l_alfier_nero.pdf 

©ALS, 2022

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