Por Sergio Negri
Una de las partidas más brillantes de la historia es la que el prusiano Adolf Anderssen le ganó a Lionel Adalbert Bagration Felix Kieseritzky, la que recibió el mote de La Inmortal. Aquel se impuso en forma magnífica por lo que, el derrotado apenas es visto como la víctima de un encuentro inolvidable. Lamentablemente, no se le recuerda por mucho más; y eso pese a que fue uno de los más grandes ajedrecistas de su tiempo…
Nació en una familia báltica de etnia germana; aunque hay quienes, como el historiador Lissowski, que aseguran que sus ancestros, siguiendo el árbol genealógico, bien podrían en rigor ser polacos, como de alguna manera se puede inferir de la grafía de su apellido. Ello ocurrió en la ciudad de Tartu (Derpt o Dorpat), entonces en el Imperio Ruso, hoy en Estonia, el 1° de enero de 1806 (20 de diciembre de 1805 conforme el calendario gregoriano).
Fueron nueve los hermanos, de los cuales seis llegarían a la adultez. Su padre, Otto Willhelm Kieseritzky fue abogado; su madre, Felicitas Catharina von Hoffman, evidentemente se debió dedicar a los quehaceres hogareños y de crianza mas, a su vez, era hija de un concejal de la corte rusa. Como se aprecia, una familia bien insertada en la sociedad y sin privaciones económicas.
Tras estudiar, aunque sin culminar los respectivos estudios, filología y abogacía en la prestigiosa Universidad de su ciudad natal, el futuro ajedrecista ejercerá como maestro en matemáticas: en una escuela y como tutor de niños. En eso siguió los pasos de Anderssen, el otro jugador con el que quedará indisolublemente unido en el recuerdo. Fue, asimismo, un muy respetado pianista amateur.
Con el tiempo, se radicará en Francia, donde tendrá su recorrida más vital e intensa, incluida la desarrollada frente a los tableros, mundo que le llegó en forma muy temprana a su vida inculcado por un progenitor /que fue un buen ajedrecista), muriendo en París el 18 de mayo de 1853, sin llegar a cumplir el medio siglo de vida.