El poeta argentino Leopoldo Marechal y el ajedrez

Por Sergio Negri

Leopoldo Marechal nació y murió en la ciudad de Buenos Aires, la que tanto reflejó en su obra literaria. Vio la luz el 11 de junio de 1900 y apagó sus días el 26 de junio de 1970. Una vida plena en la que se destacó como poeta, dramaturgo, ensayista y a quien se le debe esa monumental y muy recomendable novela que es Adán Buenosayres.

Allí no se habla de ajedrez, juego que sin embargo es mencionado en Megafón o la guerra, obra póstuma (su tercera novela) que fue publicada en ese año de 1970. Allí habla de una paleoargentina, aludiendo a la Argentina oligárquica, que ha cumplido su ciclo, lo que es representado con el simbolismo de la víbora y sus dos peladuras con lo que la vuelta de espiral que ya terminó su recorrido. Estamos en presencia de un círculo cerrado el que es referido conforme la siguiente parábola en la que el juego aparece con toda la intensidad de la imagen:

Leopoldo Marechal

“Esos fantasmas reencarnados, expuso él, constituyen ahora la exterioridad visible del país. Juran hoy en la Casa Rosada, luego dibujan su pirueta en el aire bajos reflectores, caen al fin reventados como títeres en el suelo para ceder su lugar a otros fantasmas igualmente ilusorios que juegan el destino del país en un ajedrez tan espectral como ellos. Oiga, ese cascarón fósil es la peladura externa de la Víbora.” – “¿Y quién es la Víbora?”, inquirí en mi falso desconsuelo. –“La Patria”, dijo Megafón. – “¿Por qué una Víbora?”- “La víbora es  una imagen del ‘suceder’: enrosca sus anillos en un árbol o se desliza por el suelo; clava su colmillo en una víctima, se la engulle y duerme luego su trabajosa digestión. Y la Patria o es un ‘suceder’ o es un bodrio”. –“¿Y cuál es la otra peladura de la Víbora?”. –“Usted habló recién de un pueblo sumergido, y yo diría que la verdad es más alegre. Cierto es que su vieja peladura lo ciñe y ahoga exteriormente; pero la Víbora ya construyó debajo su otra piel. De modo tal que ahora, mientras los figurones externos consuman la muerte de una dignidad y la putrefacción de un estilo, la piel interna de la Víbora quiere salir a la superficie y mostrar al sol sus escamas brillantes. ¿Entiende?…”

Creemos entenderlo al autor. Esa idea, la de que una clase oligárquica juega el destino del país en un ajedrez espectral es muy persuasiva y gráfica. Y en eso podríamos creer que las pieles de esa víbora pueden presentarse de formas menos obvias de lo que suele suponerse.

En ese libro hay otras menciones al ajedrez, aunque menos relevantes. Muy visualmente, en una oportunidad se hace esta pregunta: «¿no desearían admirar un juego chino de ajedrez con sus piezas de marfil talladas primorosamente?«. Cierta profundidad política se advierte en el parlamento que indica: «Tras un ojeo final de la Plaza de Mayo donde, a su entender, se habían confundido las piezas de cierto ajedrez venerable como en una trampa de juego» (y ese sitio siempre ha sido muy propicio para las manifestaciones populares. Por último, ya en un plano más metafísico se dice: «Hay mañanas -insistió el Autodidacto- en que uno siente la fatiga del juego existencial. Y uno se dice ´¡Ah si el Jugador Terrible no te ubicara hoy en el tablero! ¡Si hoy te dejase reposar en la cajita donde guarda Él sus piezas de ajedrez«. En ese uso estratégico de las mayúsculas tenemos la pista de que estamos en presencia de una Divinidad que, como bien sabemos (y Borges fue quien mejor lo expresó en sus sonetos), nosotros somos solo piezas de un universo que en mucho nos excede.

Leopoldo Marechal

Leopoldo Marechal, por otro lado, supo apreciar el panajedrez del artista Xul Solar (1887-1963), juego más allá de todos los juegos (al que le dedicamos un estudio específico, Sobre el «panajedrez» de Xul Solar, artista argentino en permanente búsqueda del «todo»), sobre el que se refirió de esta manera:

“El Panjuego de Xul propone a todos, y amorosamente, su imagen o simulacro de la vida; y cada uno puede jugarlo, como en la vida, según sus propias y determinadas posibilidades: frente al tablero, el astrólogo moverá sus planetas, el matemático sus guarismos, el alquimista sus elementos y el jugador común la tabla cambiante de sus acciones y reacciones. Recuerdo que una vez, refiriéndose a su invención, Xul Solar me dijo:   ”Este juego tiene la ventaja de que ninguno pierde y todos ganan al fin”. Y meditando en esa felicidad y esa facilidad que otorgó él a sus jugadores, me digo ahora y le digo al numen venerable de Xul:”Si tu Panjuego estuviera, como sospecho, en analogía con el jugar divino ¡qué bueno sería comprobar al fin que todos hemos ganado y ninguno perdido en este ajedrez existencial a que fuimos lanzados por el Celeste Jugador!”.”

©ALS, 2022

Una respuesta a “El poeta argentino Leopoldo Marechal y el ajedrez

  1. Juan Fernandez 12 junio, 2022 / 12:46 am

    Muy bueno el artículo de Sergio sobre este gran escritpr nuestro! Su análisis literario, como en otros ensayos suyos, me parece muy acertado. MIP Juan A. Fernández Fornés

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