Fernando Pessoa y su poesía sobre el ajedrez

Por Sergio Negri

Fernando Antonio Nogueira Pessoa nació en Lisboa el 13 de junio de 1888. Publicó bajo diversos heterónimos, los más importantes de ellos fueron Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Alvaro de Campos y Bernardo Soares. Murió en Lisboa el 30 de noviembre de 1935. Du vínculo con el juego fue proverbial, siendo el punto más alto su poema Los jugadores de ajedrez que presentamos a continuación en idioma español y en el original en portugués.

Los jugadores de ajedrez

(Por Ricardo Reis -Fernando Pessoa-)

Oí contar que otrora, cuando en Persia
hubo no sé qué guerra,
en tanto la invasión ardía en la Ciudad
y las hembras gritaban,
dos jugadores de ajedrez jugaban
su incesante partida.

A la sombra de amplio árbol fijos los ojos
en el tablero antiguo,
y, al lado de cada uno, esperando sus
momentos más holgados,
cuando había movido la pieza, y ahora
aguardaba al contrario,
una jarra con vino refrescaba
su sobria sed.

Ardían casas, saqueadas eran
las arcas y paredes,
violadas, las mujeres eran puestas
contra muros caídos,
traspasadas por lanzas, las criaturas
eran sangre en las calles…
Mas donde estaban, cerca de la urbe
y lejos de su ruido,
los jugadores de ajedrez jugaban
el juego de ajedrez.

Aunque en los mensajes del yermo viento
les llegasen los gritos,
y, al meditar, supiesen desde el alma
que en verdad las mujeres
y las tiernas hijas violadas eran
en esa distancia próxima,
aunque en el momento en que lo pensaban,
una sombra ligera
les cruzase la frente ajena y vaga,
pronto sus ojos calmos
volvían su atenta confianza
al tablero viejo.

Cuando el rey de marfil está en peligro,
¿que importa la carne y el hueso
de las hermanas, de las madres y de los niños?
Cuando la torre no cubre
la retirada de la reina blanca,
poco importa el saqueo,
y cuando la mano confiada da jaque
al rey del adversario,
poco ha de pesarnos el que allá lejos
estén muriendo hijos.

Aunque, de pronto, sobre el muro
surja el sañudo rostro
de un guerrero invasor que en breve deba
caer allí envuelto en sangre,
el jugador solemne de ajedrez
el momento anterior
(anda aún calculando la jugada
que hará horas después)
sigue aún entregado al juego predilecto
de los grandes indiferentes.

Caigan ciudades, sufran pueblos, cesen
la libertad, la vida,
los protegidos y heredados bienes
ardan y sean desvalijados,
mas cuando la guerra las partidas interrumpa,
esté el rey sin jaque,
y el de marfil peón más avanzado
amenazando torre.

Mis hermanos en amor a Epicuro
y en entenderlo más
de acuerdo con nosotros mismos que con él
en la historia aprendamos
de esos calmos jugadores de ajedrez
cómo pasa la vida.

Todo lo serio poco nos importe
lo grave poco pese,
que el natural impulso del instinto
ceda al inútil gozo
(a la sombra tranquila de los árboles)
de hacer buena partida.

Lo que llevamos de esta vida inútil
tanto vale si es
gloria, fama, amor, ciencia, vida,
como si es tan sólo
el recuerdo de un certamen ganado
a un jugador mejor.

La gloria pesa cual copioso fardo,
la fama como fiebre,
el amor cansa porque va en serio y procura,
la ciencia nunca encuentra,
la vida pasa y duele, pues lo sabe…
La partida de ajedrez
prende el alma toda, aunque, perdida, poco
pesa, pues no es nada.

¡Ah! bajo las sombras que sin querer nos aman,
con un jarro de vino
al lado, y atentos sólo a la inútil tarea
de jugar al ajedrez
aunque esta partida sea tan sólo un sueño
y no haya compañero,
imitemos a los persas de la historia,
y, mientras allá fuera,
cerca o lejos, la guerra y la patria y la vida
nos llaman, dejemos
que en vano nos llamen, cada uno de nosotros
bajo sombras amigas
soñando, él los compañeros, y el ajedrez
su indiferencia.

De: Odas de publicación póstuma – 1935-1994
Traducción de Ángel Campos Pámpano

Ed. Pre-Textos – Colección de la Cruz del Sur. – 2002 (Primera edición 1995)

Poema original en portugués:

«Os jogadores de xadrez»

Ouvi contar que outrora, quando a Pérsia
Tinha não sei qual guerra,
Quando a invasão ardia na Cidade
E as mulheres gritavam,
Dois jogadores de xadrez jogavam
O seu jogo contínuo.

À sombra de ampla árvore fitavam
O tabuleiro antigo,
E, ao lado de cada um, esperando os seus
Momentos mais folgados,
Quando havia movido a pedra, e agora
Esperava o adversário.
Um púcaro com vinho refrescava
Sobriamente a sua sede.

Ardiam casas, saqueadas eram
As arcas e as paredes,
Violadas, as mulheres eram postas
Contra os muros caídos,
Traspassadas de lanças, as crianças
Eram sangue nas ruas…
Mas onde estavam, perto da cidade,
E longe do seu ruído,
Os jogadores de xadrez jogavam
O jogo de xadrez.

Inda que nas mensagens do ermo vento
Lhes viessem os gritos,
E, ao refletir, soubessem desde a alma
Que por certo as mulheres
E as tenras filhas violadas eram
Nessa distância próxima,
Inda que, no momento que o pensavam,
Uma sombra ligeira
Lhes passasse na fronte alheada e vaga,
Breve seus olhos calmos
Volviam sua atenta confiança
Ao tabuleiro velho.

Quando o rei de marfim está em perigo,
Que importa a carne e o osso
Das irmãs e das mães e das crianças?
Quando a torre não cobre
A retirada da rainha branca,
O saque pouco importa.
E quando a mão confiada leva o xeque
Ao rei do adversário,
Pouco pesa na alma que lá longe
Estejam morrendo filhos.

Mesmo que, de repente, sobre o muro
Surja a sanhuda face
Dum guerreiro invasor, e breve deva
Em sangue ali cair
O jogador solene de xadrez,
O momento antes desse
(É ainda dado ao cálculo dum lance
Pra a efeito horas depois)
É ainda entregue ao jogo predileto
Dos grandes indif’rentes.

Caiam cidades, sofram povos, cesse
A liberdade e a vida.
Os haveres tranqüilos e avitos
Ardem e que se arranquem,
Mas quando a guerra os jogos interrompa,
Esteja o rei sem xeque,
E o de marfim peão mais avançado
Pronto a comprar a torre.

Meus irmãos em amarmos Epicuro
E o entendermos mais
De acordo com nós-próprios que com ele,
Aprendamos na história
Dos calmos jogadores de xadrez
Como passar a vida.

Tudo o que é sério pouco nos importe,
O grave pouco pese,
O natural impulso dos instintos
Que ceda ao inútil gozo
(Sob a sombra tranqüila do arvoredo)
De jogar um bom jogo.

O que levamos desta vida inútil
Tanto vale se é
A glória, a fama, o amor, a ciência, a vida,
Como se fosse apenas
A memória de um jogo bem jogado
E uma partida ganha
A um jogador melhor.

A glória pesa como um fardo rico,
A fama como a febre,
O amor cansa, porque é a sério e busca,
A ciência nunca encontra,
E a vida passa e dói porque o conhece…
O jogo do xadrez
Prende a alma toda, mas, perdido, pouco
Pesa, pois não é nada.

Ah! sob as sombras que sem qu’rer nos amam,
Com um púcaro de vinho
Ao lado, e atentos só à inútil faina
Do jogo do xadrez
Mesmo que o jogo seja apenas sonho
E não haja parceiro,
Imitemos os persas desta história,
E, enquanto lá fora,
Ou perto ou longe, a guerra e a pátria e a vida
Chamam por nós, deixemos
Que em vão nos chamem, cada um de nós
Sob as sombras amigas
Sonhando, ele os parceiros, e o xadrez
A sua indiferença.

Fernando Pessoa, firmado con su heterónimo Ricardo Reis

De: Odes de publicaçao póstuma – 1935-1994

Ya no como Ricardo Reis, sino bajo el heterónimo de Bernardo Soares, concibe entre 1913 y 1935 el Libro del desasosiego de Bernardo Soares, en la que muy poéticamente se refiere al ajedrez:

“Nunca he pretendido ser más que un soñador. A quien me ha hablado de vivir nunca le he prestado atención. He pertenecido siempre a lo que no está donde estoy y a lo que nunca he podido ser. Todo lo que no es mío, por bajo que sea, ha tenido siempre poesía para mí. Nunca he amado sino a ninguna cosa. Nunca he deseado sino lo que no podía imaginar. A la vida, nunca le he pedido sino que pasase por mí sin que yo la sintiese. /Del amor apenas he exigido que nunca dejase de ser un sueño lejano./En mis propios paisajes interiores, irreales todos ellos, ha sido siempre lo lejano lo que me ha atraído, y los acueductos que se esfuman —casi en la distancia de mis paisajes soñados, tenían una dulzura de sueño en relación a las otras partes del paisaje—, una dulzura que hacía que yo pudiese amarlos. Mi /manía/ de crear un mundo falso todavía me acompaña, y sólo cuando muera me abandonará. No alineo hoy en mis gavetas carretes de cuerda y peones de ajedrez—con un alfil o un caballo acaso sobresaliendo— pero me da pena no hacerlo… y alineo en mi imaginación, cómodamente, como quien en el invierno se calienta a la lumbre, figuras que habitan, y son constantes y vivas, mi vida interior. Tengo un mundo de amigos dentro de mí, con vidas propias, reales, definidas e imperfectas…”.

Pragmatismo, estrategia, la vida como guerra, fina sensibilidad y, para Pessoa, la posibilidad de analogía con el ajedrez:

“El ejemplo máximo del hombre práctico, porque reúne a la extrema concentración de la acción con su extrema importancia, es el estratega. Toda la vida es una guerra, y la batalla es, pues, la síntesis de la vida. Ahora bien, el estratega es un hombre que juega con las vidas como el jugador de ajedrez con las piezas del juego. ¿Qué sería del estratega si pensase que cada lance de su juego lleva la noche a mil hogares y la congoja a tres mil corazones? ¿Qué sería del mundo si fuésemos humanos? Si el hombre sintiese de verdad, no habría civilización. El arte sirve de fuga a la sensibilidad a la que ha tenido que olvidar la acción…”. Otro pasaje del libro de Pessoa es aquel donde, más que sugestivamente, aparece un “Gran Jugador” el cual, en definitiva, lo único que hace es entretenerse consigo mismo: “Como el patrón Vasques son todos los hombres de acción —jefes industriales y comerciales, políticos, hombres de armas, idealistas religiosos y sociales, grandes poetas y grandes artistas, mujeres hermosas, niños que hacen lo que quieren. Manda quien no siente. Vence quien sólo piensa en lo que necesita para vencer. El resto, que es la vaga humanidad general, amorfa, sensible, imaginativa y frágil, es no más que el telón de fondo contra el que destacan estas figuras de la escena hasta que termine la pieza de marionetas, el fondo plano de cuadrados sobre el que se levantan las piezas del ajedrez hasta que las guarde el Gran Jugador que, engañándose con una doble personalidad, juega, y se entretiene siempre consigo mismo”.

Hay que agradecer a Pessoa, en sus vertientes de Ricardo Reis y de Bernardo Soares que haya contribuido, con su talento y extraordinaria pluma, a enriquecer el vínculo del ajedrez con la cultura. Nos vamos por lo pronto con los ecos de cierre de su poema.:

¡Ah! bajo las sombras que sin querer nos aman, / con un jarro de vino / al lado, y atentos / sólo a la inútil tarea / de jugar al ajedrez / aunque esta partida sea tan sólo un sueño / y no haya compañero, / imitemos a los persas de la historia, / y, mientras allá fuera, / cerca o lejos, la guerra y la patria y la vida / nos llaman, dejemos / que en vano nos llamen, cada uno de nosotros / bajo sombras amigas / soñando, él los compañeros, y el ajedrez / su indiferencia».

Agradecemos al Dr. Edgardo Vázquez por habernos identificado el respectivo enlace en donde se consigna la poesía de Pessoa en idiomas portugués y español. 

Corresponde al sitio Estación Libro, en https://www.estacionlibro.com.ar/poesia/los-jugadores-de-ajedrez-una-poesia-de-pessoa/.

©ALS, 2021

Deja un comentario