El escritor argentino Eduardo Wilde, un gran apasionado por el ajedrez

Por Sergio Negri

De la denominada Generación del 80, que en literatura entregaron trabajos muy proverbiales reflejando el estado del pensamiento a fines del siglo XIX en una Argentina de reciente formación, quien más se ocupó del ajedrez en su obra y vida es Eduardo Wilde, un cosmopolita, de hecho fue diplomático, además de médico (se lo recuerda por su destacada participación de una epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires), político y periodista, nacido en la ciudad boliviana de Tupiza, el 15 de junio de 1844, fallecido en septiembre de 1913 en Bélgica, alguien que ejerció como Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública de la Argentina (durante uno de los mandatos del Presidente Julio Argentino Roca), en cuyo contexto se dictaron sendas leyes que reafirmaron la vocación laica del joven país.

Muchos de sus escritos se refieren a sus experiencias de viajes y de los destinos que tuvo en su calidad de representante del país en el exterior, de cuya lectura apreciamos su gran afición por el juego.

Entre las referencias de índole más incidental pueden consignarse las siguientes: “…jugábamos al ajedrez en igual grado y paseábamos juntos”; “… compuesto de peones de ajedrez y que se dio él mismo por muerto y enterrado junto al Presidente”; y, al enumerar en cierta ocasión algunos objetos, habla de un “ajedrez con tablero de género”.

Eduardo Wilde

Más filosóficamente, cuando analiza las situaciones en las que no vale la pena arriesgar: “algún dinero, una prenda o la comida del día”, incluye al ajedrez. O al describir el trazado de una ciudad dirá: “…20 m. de ancho y 4000 largo de S. a N., constituyendo el conjunto un tablero de ajedrez  i (sic) mostrando así que el fundador y delineador tuvo su idea i que la ciudad fué construida obedeciendo á esa sola idea”. 

También abordará la cuestión de la mujer y el ajedrez diciendo, en ese caso nada diplomáticamente, que:

“…no hay una sola de ellas que sepa matemáticas; y más, hasta en los juegos que necesitan una gran persistencia intelectual, no han sido sobresalientes, la mejor jugadora de ajedrez juega menos bien que un jugador mediocre”.   

Wilde, tan aficionado al ajedrez como a los viajes, incluye notorias alusiones correspondientes a situaciones presentadas en el curso de esas travesías, a bordo de los barcos o ya en los múltiples destinos que visitó, siempre con el ajedrez en la cercanía. Pueden consignarse las siguientes:

  • Al describir los salones de un navío: “…el de lectura un sitio de reunión selecta y el comedor, en la noche, el local de conciertos, juegos de ajedrez y conversación. Cuando uno se halla en cualquiera de estas partes no sabe si está embarcado”. Y también: “…otros pocos concluían sus partidas de ajedrez, naipe o dominó en el salón de fumar…”.
  • Sobre rivales embarcados: “…el Comisario juega mui (sic) bien al ajedrez i el Dr. Ossenkoff, médico de a bordo, es socialmente insuperable”.
  • En cuanto a experiencias a bordo: “…los mozos que sirven lo que piden los pasajeros cuando Dios quiere; el choque de las piezas de dominó que mezclan al fin de cada juego, el golpe rudo de algún jugador entusiasmado por una buena suerte, que le permite colocar el doble seis y cerrar la partida; el reclamo de los que pierden la reina en el ajedrez…”. 
  • Como experiencia en destino: “…cuando entraron en marcha triunfal a nuestra salida del hotel, yo estaba jugando al ajedrez con Macphersen; mientras uno juega al ajedrez, no se ve nada ni se sorprende por ninguna causa!”.
  • Acerca dealgunoscontertulios a quienes conoció en esos viajes: “…norteamericano, hombre viejo, suave, calmoso, distinguido: jugábamos al ajedrez en igual grado y paseábamos juntos”; “…Está rejido (sic) por Mr. Kern, un escelente (sic) caballero (juega mui  bien al ajedrez)…” y “El doctor alemán i yo suspendemos nuestra partida de ajedrez”.
  • Sobre lo que podía suceder después de una comida o cena en algún destino exótico: “…sigue la tertulia; se toma té, dulces, masitas i saké; se fuma i se juega a cualquier cosa i a todo. De preferencia las niñas juegan a las prendas, a descifrar charadas i adivinanzas; los hombres al ajedrez…”.
  • Siempre al hablar de Japón dirá: “´El emperador furioso de verse burlado, propuso una partida de un juego mui complicado parecido al ajedrez i que se hacía con unas piedritas…”. Seguramente se refería al juego del go, bastante más difundido que el ajedrez en esas lejanas tierras.
  • En esas tierras había una contrariedad ya que: “Nos aburrimos concienzudamente; hai pocos jugadores al ajedrez…”.
  • Refiriéndose al shah de Persia asegura: “…me dio la condecoración de León y el Sol, quizá porque gané una partida de ajedrez a su Gran Vizir”. Socarronamente agrega:”…porque a los soberanos les gusta siempre que embromen a sus ministros”. Este hecho se dio en el marco de la visita del shah de Persia y su comitiva a la ciudad de Bruselas hacia el mes de septiembre de 1902. En las playas vecinas de Ostende se encontró con Wilde, esposa y otros muchos compatriotas en oportunidad en la que el escritor oficiaba de embajador ante el Reino de Bélgica.

Wilde, que por momentos parece caer en cierta obsesión por el juego, se anima a hacer la siguiente descripción:

Las preocupaciones, la educación, los hábitos, todo influye sobre nosotros en cada momento. Un jugador de ajedrez por ejemplo, va por la calle jugando con los transeúntes; a este lo hace arfil (sic), al otro peón, al de la esquina lo convierte en caballo i con él come a una señora en la vereda de enfrente…”. 

Además de la obsesión, creemos advertir tal vez en el autor ciertos rasgos que lo aproximan a una mirada de tono algo picaresco. Eduardo Wilde, en cualquier caso, una personalidad muy estrechamente vinculada al ajedrez.

Eduardo Wilde en una situación social en Ostende, Bélgica

Fuentes:

Wilde, Eduardo; Obras Completas, Volúmenes 7, 9, 12, 13, 14, 15, 16 y 18, Talleres Peuser, Buenos Aires, 1935.

Wilde, Eduardo; Por mares y por tierras, Volúmenes 1 y 2, Belmonte, Buenos Aires, 1939.

©ALS, 2022

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