Cincuenta años del Círculo de Ajedrez Torre Blanca de la ciudad de Buenos Aires

Por Horacio Olivera

Una multitud se reunió para festejar el  cumpleaños número 50 del Círculo de Ajedrez TORRE BLANCA. Esto ocurrió el sábado 2 de abril, cuando las autoridades de la institución decidieron celebrar “a lo grande” el aniversario, haciendo honor a sus postulados fundacionales y a una tradición que ha marcado la vida activa del Club: con ajedrez para todos, sin sectarismos ni discriminaciones. Y a puro ajedrez, por tanto, organizó dos grandes torneos rápidos, jugados en la calle frente a la sede del club, en el que participaron centenares de jugadores, desde experimentados maestros hasta recién iniciados en la práctica del juego.

A través de estos cincuenta años, el Círculo ha crecido mucho y, con los altibajos propios de toda organización sin fines de lucro, obtuvo logros deportivos, sociales e institucionales, que acaso fueron impensados (aunque seguramente sí soñados) para sus iniciadores. Campeones que han trascendido fronteras, Maestros y Grandes Maestros, Entrenadores y Profesores de alto nivel, Árbitros y Organizadores Ajedrecísticos reconocidos mundialmente, son solamente los “hitos” destacables y más visibles del desarrollo deportivo de Torre. Pues también una gran cantidad de niños, jóvenes y adultos, aunque sin lauros ni grandes logros, han podido disfrutar a través de todos estos años, de lo que probablemente es lo mejor del ajedrez y una de las metas últimas del club: el disfrute del ajedrez por el ajedrez mismo, el incomparable goce de la práctica del rey de los juegos.

En lo social, Torre se transformó para muchos, ya desde sus inicios, en lugar de pertenencia, espacio de amistades duraderas y ámbito de desarrollo personal. Y en lo institucional, ha logrado desde mucho tiempo atrás, una profunda inserción en el ambiente ajedrecístico nacional y el reconocimiento unánime de todos los actores del mismo como una de las instituciones más importantes del país.

Soy SOCIO FUNDADOR de Torre Blanca. Uno de aquellos jóvenes que, hace cincuenta años, siguieron la impronta soñadora y tenaz de RUFINO MARIN, primer Presidente, ideólogo principal y “factotum” de la creación del club, sin cuyo empuje y empeño Torre Blanca no hubiera nacido.

Soy, también, un privilegiado testigo (y a veces actor) de años de esfuerzo y de lucha de todos aquellos que, desde adentro y desde afuera, bregaron para que la grandeza de la institución fuera una realidad. He visto el Torre de sus inicios, cuando apenas si teníamos unos pocos y “destartalados” juegos y hasta debimos hacer algunos de los primeros tableros pintados en una puerta de madera en desuso que se había encontrado en la calle. O cuando, más adelante, los empeños de los socios concretaron la posibilidad de alquilar aquella vieja casona de la calle Diaz Vélez 3833 (que hoy ya no está, pero que todo torreblanquino sabe que existió) que adquirió contornos legendarios por todos los acontecimientos ajedrecísticos que vieron sus salas. Y también (las imágenes pasan como en una película) he tenido la satisfacción de ver la feliz consecución, durante la presidencia del inolvidable NINO MAS, del objetivo tantas veces propuesto, el de la sede propia.

Encontrar hoy, en este inolvidable festejo de cumpleaños, un TORRE BLANCA pujante y repuesto de avatares que lo afectaran seriamente durante años pasados, reconforta y me llena de alegría. Un grupo entusiasta de gente joven y la brillante gestión de LEANDRO PLOTINSKY y de ARIEL SORÍN, permiten abrigar la esperanza  de un avance institucional sin límites y un futuro por demás promisorio. O mejor aún, tener la certeza de ello.