Acerca de la Olimpíada de Ajedrez de Buenos Aires 1978

Del Tomo III de la colección Historia del Ajedrez Olímpico Argentino de Sergio Negri y Enrique Arguiñariz

El 25 de octubre de 1978 se iniciaba, en Buenos Aires, la XXIII Olimpíada de Ajedrez. A continuación, un adelanto del libro «Historia del Ajedrez Olímpico Argentino» sobre este histórico evento.

Logo de los XXIII Juehgos Olímpicos Ajedrecísticos, Buenos Aires 1978
Vista de uno de los salones de juego. En primer plano, el GM Florin Gheorgiu, representante de Rumania

La 23ª Olimpiada de Ajedrez regresó a Sudamérica después de 39 años. Y también  regresó a Argentina, y a Buenos Aires. La convocatoria de naciones participantes fue de 66 equipos, menor que en Niza 1974, a la que concurrieron 75, y también menor a la sumatoria de Haifa y Tripoli 1976, con 48 y 34 representaciones, respectivamente, que suman un total de 82 equipos.[1] La lejanía de Argentina con Europa, que seguía siendo el epicentro ajedrecístico del mundo, se hizo sentir.

Por supuesto, no podía faltar la Unión Soviética, que venía dispuesta a consagrarse campeona por 14ª vez consecutiva. El equipo venía algo mermado, ya que Anatoli Kárpov pidió licencia: estaba extenuado luego de culminar –exitosamente- su defensa del título mundial ante Víktor Korchnói. Y la otra estrella soviética, el ex campeón mundial Mijaíl Tal, tampoco integró el conjunto. Pero igualmente, los soviéticos se tenían fe: tenían una formación   excepcional, encabezada por los ex campeones mundiales Boris Spaski y Tigrán Petrosián, además de los jugadores de élite Lev Polugaievski, Boris Gulko, Oleg Romanishin y Rafael Vaganian. De haberse presentado Kárpov y Tal, la U.R.S.S. se hubiera podido dar el lujo de mostrar como titulares a cuatro campeones mundiales.

Y ya que mencionamos a Spasky y a Petrosián, debemos decir que Buenos Aires 1978 fue su despedida olímpica como integrantes del elenco de la U.R.S.S. En el caso del primero, abandonó para siempre la Unión Soviética para radicarse en Francia, país al que representó en las pruebas olímpicas de 1984, 1986 y 1988. Lo de Petrosián fue más tajante. Luego de haberla representado de manera ininterrumpida, desde 1958, abandonó para siempre las Olimpíadas.

Con menores expectativas, se presentaba el sólido y homogéneo equipo húngaro: los Grandes Maestros Lajos Portisch, Zoltan Ribli, Gyula Sax, András Adorjan, Itsvan Csom y Lazlo Vadász. Y, por supuesto, también entraba a los pretendientes del podio el equipo de los EE. UU., que había ganado la Olimpíada de Haifa 1976 (en ausencia de los soviéticos y de todos los países de su esfera de influencia) y la Yugoslavia de Gligorić y Ljubojevic.

Un hecho histórico que ocurrió en Buenos Aires 1978 fue el debut de China país que, a partir de ese año, nunca más estará ausente en estas competencias. En ese año no significó mucho. El gigante asiático sólo obtuvo un modesto 20º puesto. A partir de su 7º puesto en 1986, comenzó a ser normal que obtenga figuraciones de un solo dígito. En 2006 alcanzó la medalla de plata, y en 2014 y 2018, logró la medalla de oro. En función de la ventaja estadística de su enorme número de habitantes, ¿será aventurado pensar de que estamos cerca de que China logre ser la propietaria casi excluyente del oro olímpico? ¿Llegará entonces, a convertirse en la Unión Soviética del siglo XXI?

Lejos de pretensiones de podio, pero no por ello exenta de responsabilidades, ya que era la Nación anfitriona, estaba la Argentina. Continuando con una vieja disputa de aquella época, el dilema estaba entre formar un equipo con los mejores ajedrecistas argentinos de entonces, que eran los GM Miguel Najdorf, Oscar Panno, Raúl Sanguineti y Miguel Ángel Quinteros como titulares; o conformar un equipo con quienes hubiesen alcanzado los primeros lugares en recientes ediciones del Campeonato Argentino. A través de los años, se venía adoptando uno u otro temperamento, pero esta vez gobernaba la F.A.D.A. Gaspar Soria, un claro defensor de la la segunda posición. Y así fue como se formó un equipo sin ninguno de quiénes, objetivamente, eran los mejores exponentes nacionales. Conformaron entonces la escuadra “A” de Argentina Jaime Emma, Luis Bronstein, Juan Carlos Hase, Daniel Cámpora, Jorge Szmetan y Ricardo Grimberg. Y, como el número de naciones participantes era de 65, se le permitió a Argentina presentar un equipo “B”, para lograr un número par de formaciones en el marco del sistema suizo imperante (ese que había comenzado a utilizarse desde Haifa 1976). A este equipo lo lo conformaron Sergio Giardelli, Aldo Seidler, Gerardo Barbero, Fernando Braga, Miguel Bernat y Raúl Monier. De los doce representantes de Argentina, el único que poseía título internacional era el Maestro Internacional Jorge Szmetan.

No resistimos la tentación de pensar si no hubiera resultado una salida elegante haber integrado ese equipo “B” con los consagrados. Pero ello tampoco se hizo, quizá temiendo el muy probable papelón para la dirigencia federativa de que el equipo secundario obtenga una figuración muy superior a la del equipo principal. O quizás, por el simple hecho de que esa propuesta hubiera sido directamente rechazada por los más calificados ajedrecistas del país anfitrión.

En todo caso, hubo dos grupos y dos posiciones diametralmente opuestas que gravitaron en la cuestión de quién debería representar a la Argentina. La gran deuda que ambos contendientes dejaron a la historia del ajedrez fue la de no haber llegado a una solución consensuada a la disputa.

El lugar físico en donde se realizó esta Olimpíada fue el Estadio del Club Atlético River Plate, en salones existentes bajo las tribunas Belgrano y Almirante Brown. El estadio se encontraba en óptimas condiciones, ya que acababa de ser remodelado para el Mundial de la FIFA de ese mismo año, en el que Argentina logra su primer campeonato mundial de fútbol al vencer a Holanda en la final disputada precisamente en ese campo de juego.

La dirección general de esta segunda Olimpíada en Buenos Aires estuvo a cargo del Gran Maestro Héctor Rossetto, que tuvo un desempeño impecable. El árbitro principal fue el A.I. ecuatoriano  Paul Klein, y también integraba el cuerpo arbitral el GM soviético Yuri Averbaj.

Merece un capítulo aparte el clima político de época. Desde el 24 de marzo de 1976, Argentina había entrado en su etapa más oscura, con el advenimiento del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”, la dictadura más sangrienta de su historia, a cargo de una Junta Militar presidida por el Comandante en Jefe del Ejército, General Jorge Rafael Videla e integrada por otros personajes no menos siniestros, como el Almirante Emilio Massera, Comandante en Jefe de la Armada.

Desapariciones forzadas de miles de ciudadanos, torturas, ejecuciones sin juicio previo, conformaron un esquema aterrador sobre el cual, el grueso de la ciudadanía, recién tomó conciencia unos años después. En 1978 se daba la curiosa circunstancia de que los extranjeros que acababan de aterrizar en Buenos Aires conocían más de lo que ocurría en suelo local que los propios argentinos. El aparato de propaganda de la dictadura se había encargado de lograr poner en duda los rumores sobre estos hechos, atribuyéndolos a una “campaña antiargentina en el exterior”.

El árbitro internacional Luis Scalise, que ejerció tareas de fiscalización en esta competencia, gracias a su buen manejo del idioma inglés, tuvo charlas con buena parte de los maestros visitantes, y hasta le adjudicaron la función de traductor en más de una oportunidad. Uno de ello era el GM Walter Browne, que representaba a Estados Unidos, quien un día sorprendió a Scalise con esta pregunta:

– ¿Es cierto que aquí en Argentina, corre sangre por las alcantarillas? ¿Y que estas detonaciones que se escuchan mientras jugamos, son producto del fusilamiento de opositores?

Scalise, a la primera pregunta, le respondió que sobre ese tema, no estaba muy informado (ya dijimos que el terrorismo de Estado, hasta ese momento, había sido ocultado exitosamente por el gobierno). Y, con respecto a la segunda pregunta, lo tranquilizó a Browne con una sencilla respuesta: las detonaciones que permanentemente se escuchaban del otro lado de la Avenida Udondo, provenían del la prácticas de tiro del Tiro Federal Argentino, una institución donde sus socios la emprendían a balazos contra inocentes blancos de madera o metal.

Pero Walter Browne había hecho un diagnóstico equivocado en tan sólo quince cuadras, que es la distancia que separa al Tiro Federal de la entonces ominosa Escuela de Mecánica de la Armada, donde efectivamente se torturaba y fusilaba a miles de detenidos-desaparecidos.

Este clima de violencia llegó también a salpicar hasta a la propia organizador de la Olimpíada 1978. Ocurrió que, a poco de iniciarse la Olimpíada, el Presidente del Comité Organizador, Rodolfo Zanlungo, padeció un secuestro durante varios días. Las circunstancias de esa ilegítima privación de la libertad jamás se dieron a conocer plenamente. La versión más creíble es que se trató de una interna entre sectores de las Fuerzas Armadas de Argentina. Tanto la organización del Mundial de Fútbol de 1978, como –en menor medida- la Olimpíada de Ajedrez, representaban buenas oportunidades de obtener ganancias particulares merced a maniobras de corrupción que difícilmente alguien se hubiera animado a investigar. Dentro de ese escenario, resulta absolutamente factible que distintos sectores de las Fuerzas Armadas se estuviesen preocupando por tener el acceso a cualquier manejo de fondos públicos o privados.

Y estos asuntos oscuros estuvieron muy cerca de que la afición del ajedrez mundial se quede sin un material muy valioso: las partidas que se disputaron en esta edición de 1978. Ocurrió un sospechoso incendio que consumió totalmente la sede de la Federación Argentina de Ajedrez. Aparentemente, con ello se intentó destruir pruebas de hechos de corrupción. Por fortuna, el encargado de editar los boletines diarios de la Olimpíada, tuvo la acertada idea de ir a buscar todas las planillas respectivas –con el objeto de publicarlas-  justo dos días antes del incendio, poniendo de esta manera el material a salvo.

Respecto de este hecho tan sospechoso y sus posibilidades de investigarlo, un día el GM argentino Carlos Guimard[2] comentó entre sus allegados la noticia que todos temían:

“Hay una orden de arriba de no investigar nada respecto del incendio”.

Pasando ahora a relatar hechos más triviales, comentamos que el choque de las culturas occidental y oriental se puso de manifiesto en un par de situaciones, que nos cuenta Luis Scalise.

La primera: un millonario de Medio Oriente quedó deslumbrado ante la belleza de una de las traductoras que trabajaban en el área organizativa de la Olimpíada. Y no se le ocurrió mejor idea que ofrecer un millón de dólares para comprarla y llevársela a su país. A tal efecto, justamente le preguntó de manera insistente a Scalise cómo tenía que hacer para hablar con el Director de la prueba, Héctor Rossetto, quizá suponiendo que como era el jefe de todo seguramente debía ser el «propietario» de la traductora. Le costó muchísimo a Scalise convencer al interlocutor que la propuesta era totalmente inaceptable.

La segunda: el equipo de Irán no pudo llegar a tiempo para el torneo, de manera que tuvo que abstenerse de participar en una competencia a la que asistía casi regularmente (con sólo tres ausencias) entre 1956 y 1976. Lo curioso fue que recién pudo volver a participar doce años después, en 1990. ¿Cuál fue el motivo de esta prolongada ausencia?: tres meses después de la olimpíada, al asumir el poder en ese país el Ayatola Khomeini toma la decisión de prohibir  el ajedrez en todo el territorio iraní, por considerarlo “que es un juego diabólico que perturba la mente de quienes lo practican”. Poco antes de morir, Khomeini revocó esta absurda disposición, y en Novi Sad 1990 el país de medio oriente retoma su regular participación hasta la actualidad.

Vamos a la competencia propiamente dicha. La U.R.S.S. y Hungría fueron avanzando de manera pareja en cada una de las rondas del torneo. Luego de derrotar a Hungría por 2,5 a 1,5 en la sexta ronda, la mayor diferencia que lograron los soviéticos sobre sus rivales directos fue de dos puntos (en las rondas 7ª y 8ª). Por su parte, Hungría recién le sacó un punto de diferencia a la U.R.S.S. en la antepenúltima ronda. La que se redujo a medio punto, y finalmente se consolidó en un punto de ventaja al culminar la 14ª y última fecha. Hungría 37 – U.R.S.S. 36. Ambos lograron sus puntuaciones luego de vencer en diez matches, empatar tres y perder uno. En el caso de Hungría, la caída fue, como se dijera antes, contra la propia Unión Soviética. Y en el caso de ésta última, sólo cayó derrotada ante Alemania, en la 9ª ronda.

Completó el podio los EE. UU., logrando la medalla de bronce colectiva, tras alcanzar 35 puntos, con diez matches ganados, tres empatados y uno perdido, al igual que el campeón y el subcampeón.

En cuanto a las actuaciones individuales, de Hungría sólo el ya fallecido Gyula Sax logró una medalla de bronce, mientras que del equipo soviético Polugaievsky logró la presea de plata.

La medalla dorada al primer tablero correspondió al exsoviético, devenido en suizo, Korchnói. Un desempeño admirable, ya que venía de jugar el extenuante match por el título mundial ante Kárpov.

Y la debutante China logró una medalla plateada al segundo suplente. La hazaña correspondió a Zhang Weida. Mientras tanto, otro chino, Liu Wenshe, logró derrotar nada menos que al experimentado nerlandés Jan Donner. Ambos acontecimientos parecen anunciar al mundo “Acá esta China, y vino para quedarse”.

Como dijimos antes, en el histórico estadio de River Plate se produjo la despedida olímpica del ex campeón mundial Tigrán Petrosián, quien participó en todas las Olimpíadas que se jugaron desde 1958, menos en la de Haifa, en la que la U.R.S.S. no se presentó. Sobre estas diez intervenciones, jugó 129 partidas, ganando 78, empatando 50 y perdiendo sólo una. Rendimiento final: 79,8%. Nombre de quien osó ganarle alguna vez a este gigante: Robert Hübner, en la segunda ronda de la final de Skopie 1972.

Argentina “A” logró un modesto 20º puesto, sin resultados sorprendentes a nivel grupal. En cuanto a la actuación individual de sus integrantes, sólo merece mencionarse el triunfo de Hase sobre el islandés Fridrik Ólafsson, y el de Szmetan sobre el yugoslavo Dragoljub Velimirovic.

Argentina “B” terminó 32º, destacándose su triunfo sobre Francia en la 14ª ronda y el empate de Giardelli con Gheorghiu.

Finalizamos esta reseña con una anécdota que nos ha contado el inolvidable Sergio “Pato” Giardelli. A pesar de ser conocido como “el amigo de todos”, su relación con su compañero de equipo Gerardo Barbero no era la mejor. En momentos en que ambos se encontraban alojados y concentrados con el resto del equipo en el Hotel Savoy, se suscitó una áspera discusión que alteró de manera superlativa al Pato, hasta el punto de estar a punto de irse a las manos. Intervinieron los compañeros de equipo para tratar de separarlos y tranquilizarlos. Barbero propuso que, en vez de dirimir la discusión a trompadas, porqué no hacerlo mediante un match a partidas rápidas.

-“Está bien –contestó Giardelli- Pero tenemos que jugar por algo: el que pierde, se tira por la ventana. Y te voy a dar dos pisos de ventaja: si pierdo yo, me tiro desde donde estamos, el octavo piso. Pero si perdés vos, te permito tirarte desde el sexto”.

El match nunca se hizo. Tampoco se tiró nadie por ventana alguna.

A continuación, brindamos una crónica de primera mano proveniente de Fernando Braga, un talentoso Maestro Internacional argentino que, cansado del maltrato institucional por parte de ciertas autoridades de la FADA, optó por abandonar definitivamente el país y radicarse en Alemania. Ello también habla del clima de época.

Las cosas no puedo verlas hoy como las veía en su momento. Los años y la experiencia han ido sin duda cambiando el foco.

Lo que voy a describir, es simplemente mi visión y mi experiencia de esos años y lo que recuerdo, y no está colocado todo en un orden exacto.

Para muchos lo mejor es olvidar lo sucedido y mirar para adelante, pero así creo que nada se soluciona, esto tal vez viene de mis años en Alemania, que sin duda me han cambiado, pero es difícil pensar que el presente no está ligado al pasado especialmente cuando las cosas no se han cerrado. Esto, desde mi punto de vista, puede ayudar a conocer mejor lo sucedido y que los que han hecho las cosas mal, tengan que responder de ello, aunque ya no estén.

No sé bien de qué manera se hizo la preselección a la Olimpiada de Buenos Aires 1978. Mi nombre sabía que estaba en las quinielas previas, por así decirlo, y creo también que de acuerdo a resultados los jugadores podían estar más o menos bien elegidos.

No tuvimos entrenamiento previo, cosa que se notó y mucho luego en la competencia, no era un equipo, sino un grupo de individualidades, que de a poco nos fuimos integrando, especialmente con Sergio Giardelli y Miguel Bernat, dos personas que para mi fueron muy queridas y de mucho apoyo.

Miguel, años después, me ayudó en el magistral de Mar del Plata del 82. Era nuestra biblioteca, con su conocimiento del ajedrez clásico y con su carácter afable.

Aldo Seidler sin duda era un jugador que reunía muchas características positivas, era buen compañero, tenía una gran capacidad de lucha y le interesaba el resultado de equipo, dispuesto al igual que Sergio a arriesgar en su partida el resultado, si el equipo lo necesitaba.

Gerardo Barbero y Raúl Monier, eran buenos jugadores de torneo, pero el trabajo en equipo, no les resultó nada fácil. La lucha de egos era fuerte y ocasionó algunos problemas, tal vez manejados por los demás integrantes sin mucha madurez o experiencia. Pero en todo caso no ayudaron mucho al mejor desempeño del equipo.

En cuanto al secuestro del dirigente de la Federación un mes antes, nos creó a los jugadores más incertidumbre e inestabilidad. No ayudó, sin duda. No sabíamos siquiera si se haría la Olimpíada, o si jugaríamos y si a esto agregamos la falta de experiencia y la ansiedad lógica de un evento de tal magnitud, como también la presión de tener que responder a una historia que la argentina tenía a nivel Olímpico…era difícil y de eso me acuerdo bien.

No teníamos un conocimiento cabal de la situación argentina, como tampoco la tuvimos en el mundial de fútbol o la guerra de las Malvinas, existía una publicidad que tapaba mucho y vivíamos en una burbuja. Todo parecía “normal”, no había una experiencia internacional como para poder comparar con otros países, y a partir de ello determinar qué era lo normal.

Con respecto a la no participación de Miguel Najdorf, Oscar Panno, Raul Sanguineti y Miguel Ángel Quinteros, los mejores ajedrecistas argentinos, sin duda hoy lo veo como una barbaridad. Se había entrado en una espiral de envidias, celos o intereses, con una Federación manejada por algunas personas que querían demostrar su poder por encima de los jugadores, poner de rodillas a quienes habían escrito la historia ajedrecística de nuestro país. Debería haber sido un homenaje a ellos y a su trayectoria, acompañados por jugadores sin tanta experiencia pero que hubieran aprendido mucho de esas figuras. Pero no fue así y otra vez los egos y envidias, destrozaron por varios años al ajedrez argentino. La época oscura se había instalado en el país y en las federaciones y no tenían que ver con el bien común, sino con el poder. Se empezaron a crear una lucha de unos contra otros, si eres amigo de éste entonces eres mi enemigo.

Aldo Emilio Seidler recuerda, por su parte, que fue el capitán del equipo “B”, integrado por jugadores juveniles. En tal función, se vio obligado en cierto momento a tomar la drástica determinación de expulsar del equipo a un jugador, por inconducta deportiva. A continuación, los hechos.

En la 7ª ronda, Argentina “B” enfrenta a Noruega. En la partida de Knut Jaran Helmers vs. Barbero, en el tablero 2º, la posición era muy favorable al noruego, cuando se llega a la finalización de la primera sesión de juego. Barbero tenía una sola opción razonable, abandonar, ya que estaba muy inferior material y posicionalmente.

Pero la frustración de estar perdido, y sentir herido su ego, lo llevó a una decisión equivocada: pidió suspender la partida, una alternativa ridícula que obligaría a su rival, que además estaba engripado, a trasladarse innecesariamente para terminar de jugar un encuentro que ya estaba definido.

“Gerardo, tenés que abandonar”, le recomendó Seidler. “No. Voy a suspender”, le respondió Barbero. “Pero si suspendés, mañana tenes la obligación moral de venir a presentarte y jugar la partida”, le aclaró Seidler.

Llega la mañana siguiente, y Seidler golpea la puerta de la habitación. “Gerardo, es hora de salir para ir a continuar la partida”. Y la respuesta fue la peor: “No. No  me voy a presentar” respondió con firmeza Barbero.

“No podés. Nos estás haciendo quedar muy mal a todos”, afirmó el capitán, fastidiado. Pero no hubo vuelta atrás. Barbero hizo molestar a su rival para que, estando totalmente ganado, se traslade innecesariamente a la sala de juego, y además tenga que esperar una hora hasta que su rival pierda por tiempo. Y con una agravante: Helmers, como dijimos, estaba engripado, y tuvo que levantarse de la cama para cumplir un trámite que podría haberse evitado.

Esta situación, unida a que el carácter de Barbero había creado un clima tenso también en otros momentos, determinó que Seidler decida dar de baja al jugador, aún con lo que significa la desventaja de contar con un jugador menos en el equipo.


Notas:
[1] Una triste consecuencia del marco político internacional atentó contra el deporte en 1976. La convocatoria oficial era en Haifa, pero, como esta ciudad pertenece al territorio israelí, recibió el boicot de numerosas naciones. Algunas de ellas, optaron por no participar, y otras inscribieron sus equipos en lo que se conoce como la “Contraolimpíada de Trípoli”, que aunque no logró convocar a ninguna  potencia ajedrecística, pudo reunir 34 equipos. La poderosa Unión Soviética y los países de su égida, no participaron en ninguno de los dos torneos. De todo esto se habla en el volumen segundo de la colección olímpica editada por el Senado de la Nación Argentina. 
[2] Además de destacado ajedrecista integrante de “La Generación Pionera” y “La Generación Plateada”, Guimard fue dirigente del ajedrez argentino, llegando a ocupar la Presidencia de la Federación Argentina entre 1969 y 1971.

©ALS, 2021

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