Henry Kissinger, quien partiera ayer, tuvo una intervención clave en el match por el título del mundo de ajedrez de 1972, juego que le fuera muy cercano a la hora de la reflexión

Por Sergio Negri

Henry Kissinger, alguien que si bien nació en Alemania (el 27 de mayo de 1923 por lo que llegó a celebrar su centenario de vida), fallecido el 29 de noviembre de 2023, habrá de convertirse, ya sin el nombre Heinz original, en un referente político norteamericano de fuste y proyección mundial.

Dentro del campo de sus intereses, ha tenido al ajedrez frecuentemente dentro del radar intelectual en el marco de su actuación pública o de su contribución intelectual.

Su rol como Secretario de Estado (equivalente a Ministro de Asuntos Exteriores) durante los mandatos de los Presidentes Richard Nixon y Gerald Ford es muy recordado máxime que, a partir de su prédica, se dio el acercamiento de los EE. UU. con China, país que desde entonces pasó a ser un jugador central de la geopolítica mundial.

Kissinger, que hasta el día de la despedida siguió influyendo con sus análisis y consejos (por caso al opinar sobre la invasión rusa a Ucrania cuestionando la orden de arresto de un tribunal internacional contra el autócrata Putin), en tiempos de la Guerra Fría tuvo un papel crucial.

Fue en ese contexto en que se dio su principal vínculo con el ajedrez cuando se realizó el match por el título mundial entre el soviético Boris Spaski (entonces campeón siguiendo una tradición del dominio de la exURSS iniciada tras la Segunda Guerra Mundial) y el norteamericano Bobby Fischer.

Este, de comportamientos siempre maximalistas y por momentos errático (a ojo de los observadores, pero tal vez no de sí mismo), estuvo a punto de abandonar esa contienda, habiendo perdido (un hecho inédito) la segunda partida por no comparecencia. De ese modo, parecía que los occidentales iban a perder la posibilidad de destronar a los del este, un objetivo muy preciado dentro de la batalla ideológica desatada entre soviéticos y norteamericanos en la que el ajedrez estuvo presente, con efectos particularmente simbólicos al tratarse de un juego de perfil intelectual.

Fischer, ante el llamado telefónico personal de Kissinger (se dio el 3 de julio de 1972), apelando a su responsabilidad patriótica (para minimizarse se presentó a sí mismo como el peor de los ajedrecistas frente al mejor de todos), habría de rever su postura extrema para regresar a ese ecuménico encuentro.

Al cabo, logrará el objetivo planteado de que un estadounidense derrote a la maquinaria del país adversario (cuando no enemigo). Fischer, de ese modo, logrará la corona. El individualismo superará al colectivismo. El capitalismo podía evidenciar, desde ahora, ser superior al comunismo hiriendo a un alma rusa en la que el ajedrez siempre estuvo tan presente (Por qué los rusos han sido tan buenos jugando al ajedrez: en https://sport.jotdown.es/2023/03/13/por-que-los-rusos-han-sido-tan-buenos-jugando-al-ajedrez/).

Kissinger, de ese modo, se llevaría un nuevo éxito diplomático y político. Para sí mismo, para su país de adopción y para los valores occidentales que siempre se propuso ensalzar.

Kissinger, poco después, bromeó sobre el asunto diciendo, en una conversación del 21 de julio de 1972 que tuvo como su interlocutor al editor diplomático de la revista TIME, Jerrold L. Schecter, que en realidad su propósito era que su llamada a Fischer fuera una tapadera oportuna para reunirse en Reikiavic con el líder del Partido Comunista de Vietnam, Le Duc Tho. Y ambos, Kissinger y Tho, habrán de recibir un año más tarde el Premio Nobel de la Paz el cual, por cierto, no impidió que la guerra entre sus respectivos países continuara (al menos por dos años). El diálogo en cuestión es el siguiente:

Como con el transcurrir del tiempo la información puede llegar a ser desclasificada, también se conoce otro diálogo de Kissinger, en este caso con el Presidente Nixon, en donde la cuestión Fischer vuelve a escena:

En esta nueva conversación telefónica, que es de noviembre de ese año, Kissinger le aconsejó a su Presidente que no invitara al gran maestro de ajedrez soviético Boris Spaski a los EE. UU. debido a los rumores de que estaba pensando en desertar. Cosa que haría años después a una Francia en la que actualmente sigue viviendo.

Vemos al ajedrez en el centro del escenario de la Guerra Fría, con el match entre Spaski y Fischer de telón de fondo y, a su manera, con Kissinger en su carácter de titiritero.

En su influyente libro On China, que apareció en 2011, Kissinger no dejará de observar las diferencias entre las naciones que se propusieron reiniciar los contactos oficiales y, en ese contexto, nuevamente aparecerá el ajedrez en escena, en contraste con el wei-qi (el go). Aquel, podía representar mejor los valores occidentales; este, en cambio, era más simbiótico con la experiencia de China que se integraba al mundo dejando atrás una cerrazón que databa de mucho tiempo. El texto en cuestión dice:

“En el ajedrez se busca la batalla decisiva y en el wei qi (el go), la batalla prolongada. El ajedrecista tiene como meta la victoria total. El que juega al wei qi pretende conseguir una ventaja relativa. En el ajedrez, el jugador siempre tiene ante sí las posibilidades del adversario; siempre están desplegadas todas las piezas. El jugador de wei qi no solo tiene que calcular las piezas de la cuadrícula, sino los refuerzos que puede desplegar el adversario. El ajedrez enseña los conceptos de Clausewitz del «centro de gravedad» y del «punto decisivo»: el juego suele empezar como lucha por el centro del tablero. El wei qi enseña el arte del rodeo estratégico. Donde el hábil ajedrecista apunta a eliminar las piezas del adversario en una serie de choques frontales, el diestro jugador de wei qi se sitúa en espacios vacíos de la cuadrícula y va debilitando poco a poco el potencial estratégico de las piezas del adversario. El ajedrez crea resolución; el wei qi desarrolla flexibilidad estratégica.”

Kissinger en China en un viaje secreto realizado en julio de 1971

Kissinger, en un reportaje de 2009 ante Spiegel Internacional (https://www.spiegel.de/international/world/spiegel-interview-with-henry-kissinger-obama-is-like-a-chess-player-a-634400.html), volvió a utilizar como punto de referencia al ajedrez al evaluar al exPresidente Obama, asegurando que este se desempeñaba como si de un ajedrecista se tratara. Puntualmente afirmó:

«Obama es como un jugador de ajedrez que está jugando en simultáneas y ha abierto su juego con una apertura inusual. Ahora tiene que jugar contra el juego de sus contrapartes. Todavía no hemos ido más allá del movimiento de apertura del juego. No tengo ningún problema con el movimiento de apertura».

Lo de simultáneas se entiende perfectamente: si bien estaba Obama enfocado en la cuestión de Irán, no había que dejar de considerar la situación de Israel, del Estado Palestino y, si se quiere, la de tener una visión geopolítica en el que la mirada siempre debe ser depositada en el mundo visto como un todo. Casi como si de un tablero de ajedrez se tratase. Casi como si un político con aspiraciones universales no pudiera dejar de dar simultáneas de ajedrez en cada decisión internacional que adopte.

De esta íntima conexión de ajedrez con la geopolítica, sea acudiendo al relato de hechos concretos o al uso del juego en tanto alegoría, Bruno Pierri, cuando se refirió a la intervención de Kissinger en el contexto de la guerra de Yom Kippur, no dejó de adscribirla a un contexto ajedrecístico. Es así que titula su trabajo «Un juego de ajedrez en el Medio Oriente: la diplomacia del Dr. Kissinger contra la URSS durante la guerra de Yom Kippur» (Rivista di Studi Politici Internazionali, Nuova Serie, Vol. 76. N° 3, julio/setiembre de 2009, en https://www.jstor.org/stable/42740829). El ajedrez vuelve a las cercanías de Kissinger, en este caso por invocación de un tercero.

Para el exSecretario de Estado el ajedrez estuvo bien presente en momentos diversos. Cuando se refirió a la Inteligencia Artificial (IA), y vemos en esa reflexión a una mente siempre atenta a la evolución del estado de cosas, en un artículo publicado en junio de 2018 en Atlantic Monthly, lo tuvo de nuevo en cuenta. No obstante, su mención mereció reparos, siempre en tono ajedrecístico, en una nota que poco después presentó la revista Scientific American (https://blogs.scientificamerican.com/observations/why-henry-kissinger-or-anyone-else-shouldnt-fear-ai/), en la que se aseguró:

«Existe una falta generalizada de precisión en la forma en que describimos la IA, lo que está generando una aprensión significativa sobre su uso en automóviles autónomos, granjas automatizadas, aviones no tripulados y muchas otras áreas en las que podría ser extremadamente útil. En particular, Kissinger comete el mismo error que mucha gente cuando habla de IA: el llamado error de combinación. En este caso, el error se produce cuando el éxito de los programas de IA para derrotar a los humanos en juegos como el ajedrez y el go se combina con éxitos similares que podrían lograrse con programas de IA utilizados en la gestión de la cadena de suministro o ajustes de reclamaciones u otras áreas más futuristas.

Pero las dos situaciones son muy diferentes. Las reglas de juegos como el ajedrez y el go son prescriptivas, algo complicadas y nunca cambian. Están, en el contexto de la IA, «bien delimitadas». Un libro que enseña ajedrez o vaya escrito hace 100 años sigue siendo relevante hoy en día. Entrenar a una IA para que juegue uno de estos juegos aprovecha esta «limitación» en una variedad de formas interesantes, incluida la posibilidad de que la IA decida cómo jugará.

Ahora, sin embargo, imagine que las reglas del ajedrez podrían cambiar aleatoriamente en cualquier momento y en cualquier lugar: el ajedrez de los martes en Chicago tiene un conjunto de reglas, pero en Moscú hay un conjunto diferente de reglas los jueves. Los ajedrecistas en México usan un tablero completamente diferente, uno para cada mes del año. En Suecia, un jugador puede decidir el papel de cada pieza incluso después de que comience el juego. En una situación como esta, obviamente es imposible escribir reglas únicas que todos puedan seguir en todo momento en todos los lugares. Este es un ejemplo de un problema ilimitado».

Kissinger, en su artículo original (https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2018/06/henry-kissinger-ai-could-mean-the-end-of-human-history/559124/), llamado muy sugestivamente How the Enlightenment Ends («Cómo termina la Ilustración»), había relacionado al ajedrez con el go sobre el que considera que es más complejo que aquel ya que «En él, cada jugador despliega 180 o 181 piezas (según el color que elija), colocadas alternativamente en un tablero inicialmente vacío; la victoria es para el bando que, al tomar mejores decisiones estratégicas, inmoviliza a su oponente al controlar más efectivamente el territorio«.

Esta línea de pensamiento que lo hizo relacionar al ajedrez con los desafíos de la IA le surgió a partir de la por entonces experiencia reciente del programa AlphaZero pero, más allá de los detalles, las opiniones y el espacio para la eterna controversia, lo relevante es que Kissinger, al evaluar ese avance, que en ese tiempo solo había sido exitoso para el ajedrez (luego habría un resultado similar en lo que respecta al go), se permite abrir inquietantes interrogantes sobre un futuro (que ahora sabemos ya llegó) en el que la Inteligencia Artificial habría de plantearnos (¡y vaya que ya nos plantea!) dilemas éticos:

«Las implicaciones de esta evolución se muestran en un programa diseñado recientemente, AlphaZero, que juega al ajedrez a un nivel superior al de los maestros de ajedrez y en un estilo nunca antes visto en la historia del ajedrez. Por sí solo, en solo unas pocas horas de juego, alcanzó un nivel de habilidad que los seres humanos tardaron 1.500 años en alcanzar. Solo se proporcionaron las reglas básicas del juego a AlphaZero. Ni los seres humanos ni los datos generados por humanos formaban parte de su proceso de autoaprendizaje. Si AlphaZero pudo lograr este dominio tan rápidamente, ¿dónde estará la IA en cinco años? ¿Cuál será el impacto en la cognición humana en general? ¿Cuál es el papel de la ética en este proceso, que consiste esencialmente en la aceleración de las opciones?».

Kissinger, quien celebra sus cien años de vida, etapa crepuscular en la que sigue siendo una fuente de consulta aportando una perspectiva de análisis nutrida por su experiencia y capacidad de reflexión, ha tenido al ajedrez en su radar intelectual al formular opiniones sobre las relaciones internacionales, la geopolítica o la inteligencia artificial.

En un plano más concreto, habrá que recordarse siempre la providencial intervención que tuvo al influir en Fischer en 1972, evitando su defección y permitiendo que el match por el título del mundo frente a Spaski pudiera proseguir.

Gracias a ello, al cabo de todo, habrá de verificarse uno de los hitos más importantes de la historia del juego, tras caer el representante de la maquinaria soviética frente a un genio norteamericano.

Episodio que se dio en plena Guerra Fría en el marco de una batalla ideológica en la que el ajedrez habría de cumplir un rol central. Un juego milenario que, una vez más, habrá de aportar lo suyo desde su profunda simbología y capacidad de influencia. Un juego que influyó en personalidades tan variadas del espectro público, por lo que alcanzará a estar bien presente en un Henry Kissinger de prolongada e influyente existencia como actor del orden mundial.

©ALS, 2023

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