El romántico E.T.A. Hoffman y El Turco (el autómata de ajedrez)

Por Sergio Negri

El romanticismo alemán tuvo como uno de sus máximos exponentes al multifacético Ernst Theodor Amadeus Hoffman, quien pasó a la posteridad como E.T.A. Hoffman, alguien que en su vida se mostró como escritor, músico, dibujante, caricaturista, compositor musical y jurista.

Nació el 24 de enero de 1776 en Königsberg (entonces capital de Prusia Oriental, hoy la ciudad rusa de Kaliningrado) y falleció el 25 de junio de 1822 en Berlín.

Una personalidad tan multifacética, no podía dejar de estar interesada en el ajedrez y, en particular, se ocupó de El Turco, ese dispositivo que, al menos en teoría, constituía el primer ejemplar de una máquina que jugaba al ajedrez.

Al respecto, en su cuento de 1814 titulado Los autómatas, lo describió a esta guisa:

El turco jugador de ajedrez de W. von Kempelen
El Turco ajedrecístico

“En medio de una habitación provista de los elementos imprescindibles, hallábase una figura de tamaño natural, muy bien formada, vestida ricamente con un traje turco, sentada sobre un taburete de tres patas, que el artista solía quitar a petición de cualquiera que sospechase que pudiera haber alguna relación con el suelo. Tenía la mano izquierda puesta sobre la rodilla, y la derecha, por el contrario, estaba colocada sobre una mesita aislada. Como ya hemos dicho, la figura entera estaba muy bien construida, pero sobre todo la cabeza era de una rara perfección, y su fisonomía totalmente oriental y muy animada proporcionaba al conjunto una vida que escasamente suele encontrarse en las figuras de cera, cuando sus semblantes reproducen los seres humanos inteligentes…”.

Autorretrato de E.T.A Hoffman

Hoffman supo perfectamente distinguir lo fraudulento de lo verdadero. Mientras que supo divisar que el dispositivo de ajedrez no podía ser auténtico, supo valorar, en cambio, el incipiente aporte en términos de robotización del francés Jacques de Vaucanson (1709-1782), quien se interesó en la construcción de máquinas, siendo la más notable de todas ellas Canard digérateur («El Pato con aparato digestivo»).

Este autómata, creado en 1739, realizaba todo el proceso metabólico desde que ingería comida hasta que la defecaba. En cambio el de ajedrez, bien lo sabemos, tenía oculto dentro de la parafernalia del dispositivo a una persona que operaba el sistema, sin que lo supieran desde luego los espectadores, lo que significaba un auténtico timo.

Hoffman podía ser muy romántico, desde luego. Pero, no por ello, no iba a saber separar perfectamente lo auténtico de lo que solo pretendía serlo.

©ALS, 2022

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